Aquí es donde comienza nuestro viaje.
Nacimos como nacen las cosas verdaderas: sin prisa, sin ruido, sin intención de trascender. Somos cinco amigos enamorados del vino, cinco miradas distintas unidas por una misma certeza: que el vino no es una bebida, sino un lugar. Un lugar al que se vuelve.
Hace más de veinticinco años encontramos ese lugar. Un terruño humilde, trabajado por unos pocos homes de cava, donde la tierra hablaba con una voz antigua. Allí, entre cepas de más de ciento cincuenta años, descubrimos un secreto que no buscábamos: el mejor vino que habíamos probado en nuestra vida lo hacíamos nosotros mismos, año tras año, sin más pretensión que disfrutarlo juntos.
Ese descubrimiento nos obligó a detenernos. A estudiar. A escuchar. Y comprendimos que la mineralidad de aquella tierra era excepcional, que aquellas cepas eran únicas, que aquel rincón del Miño guardaba algo que no se podía replicar en ningún otro lugar del mundo.
Entonces tomamos una decisión que solo se entiende desde la devoción: crear el vino más caro del mundo, no por su precio, sino por su imposibilidad. Un vino único, irrepetible, inaccesible para casi todos. Un vino que solo cinco personas podrán beber cada año.
Elaboramos únicamente diez botellas. Cinco se venden. Cinco se reservan para honrar a quienes confían en nosotros. Nada más. Nada menos.
Nuestro método es el de siempre: la selección manual, la fermentación con raspones, el acero inoxidable, los trasiegos lentos, la ausencia total de sulfitos. No seguimos modas. No buscamos puntuaciones. No obedecemos a críticos. Obedecemos a la tierra, al tiempo y al paladar de quien lo bebe.
Cenobio de Pesqueiras no es una bodega. Es un pacto entre amigos. Es un acto de fe en un terruño. Es la voluntad de crear algo que no necesita ser masivo para ser eterno. Es la certeza de que la exclusividad no se fabrica: se descubre.
Este manifiesto es nuestra promesa: hacer cada año el mejor vino que sepamos hacer, para las cinco personas que sepan escucharlo. Un vino que hable de piedra, de niebla, de memoria. Un vino que no busca convencer, sino conmover.
Porque al final, solo hay una razón para hacer vino: satisfacer a quien lo bebe, no a quien lo juzga.
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